Más de 18 meses después de la pandemia, las cadenas de suministro mundiales están experimentando numerosas dificultades, provocando escasez de productos de consumo y encareciendo el envío de mercancías para las empresas. Las repercusiones en los precios y los plazos de entrega son graves y afectan tanto a los clientes finales como a los proveedores. En muchas ocasiones a lo largo del año pasado hemos sido testigos de escenas de barcos vacíos en un lado del mundo y decenas de miles de cajas en el otro. Tantas demandas que satisfacer, materias primas que no están disponibles fácilmente, puertos bloqueados, consumidores encerrados en sus propias casas… Es la recuperación gradual de las actividades económicas lo que ha traido de vuelta a la superficie la crisis logística.

En resumen, ¿qué ha pasado? La demanda del mercado ha superado la disponibilidad de medios de transporte de mercancías. La producción es más lenta y los envíos se han convertido en una carrera de obstáculos. Todo el mundo se ve afectado, no sólo los cargadores, los transportistas, las empresas de transporte… Pronto, esta crisis afectará a los bolsillos de los consumidores porque pocas empresas podrán absorber las subidas exponenciales que se ven obligadas a soportar para mantener los productos en circulación.

En este complejo panorama, en el ámbito que concierne al sector agroalimentario, encajan la importancia de las cadenas de suministro cortas y la necesidad de centrarse en una economía circular, local y de kilómetro cero. ¿Por qué? Porque la cadena de suministro corta representa un modelo de producción que pretende reducir las etapas de producción y las intermediaciones comerciales. Aplicada en este contexto de crisis, permite a los productores ser completamente autónomos y no tener que depender de terceros, que actualmente se encuentran en grandes dificultades. De este modo, los vendedores podrán poner los productos en el mercado a un precio adecuado, preservando sus calidad.

En Self Globe sabemos algo de esto. Nuestra misión ha sido siempre independizar a los pequeños agricultores locales, para que produzcan en sus propios campos, procesen las materias primas en sus propias explotaciones y comercialicen su propio producto acabado sin depender de nadie. La cadena de suministro corta permite al cliente final comprar productos certificados a través de un canal de distribución mucho más cómodo y accesible. Los desplazamientos necesarios para llevar un producto del campo directamente a nuestras mesas son mínimos; el uso de camiones de carga, barcos o aviones es limitado y esto solo trae ventajas tanto para el productor como para el consumidor mismo.

Por eso, en el sector agroalimentario, es importante centrar el gasto en la creación de empresas que tengan como objetivo acortar la cadena de producción. La transformación y la venta a kilómetro cero son la combinación perfecta para hacer frente a una crisis como la que estamos viviendo.

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